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Foto tomada de "Santo Ángel en red" |
MATERIALES:
- Cebollas cocidas
- Tocino blanco de cerdo (sin nada de vetas de magra)
- Sangre líquida fresca de cerdo
- Sal y pimienta molida
- Orégano
- Piñones
- Tripas para embutir la masa y cordel de algodón para atarlas
ELABORACIÓN:
Las morcillas se han elaborado tradicionalmente el día de la matanza del cerdo, junto con el resto de productos derivados del mismo. Aquí vamos a poner la forma tradicional de hacerlas, aunque hoy en día no podamos hacerlo en las mismas condiciones, entre otras cosas por la "ilegalidad" de hacer estas prácticas sin un estricto control sanitario.
El día antes de la matanza habremos cocido una buena cantidad de cebollas peladas para que queden blandas. Si se nos ha pasado hacerlo, podemos cocerlas a la vez que al cerdo le van llegando sus últimos minutos, pero mejor si las tenemos ya hechas del día de antes.
Una vez que ha llegado el momento dela muerte del marrano, se coloca un barreño bajo su cuello y se recoge la sangre conforme sale del animal. No podemos dejar de remover con el brazo, pues queremos evitar que se cuaje, la necesitamos en estado líquido.
Llegados a este punto, mezclamos en una artesa todos estos materiales: la sangre, la cebolla bien prensada (o incluso molida con la picadora), el tocino (este sí, bien molido con la picadora de carne), y las especias. Cuando tengamos la masa bien homogénea, lo probamos de sal, por si hubiera que añadirle más. Para ello metemos una cucharada de la masa dentro de la caldera de agua hirviendo para que se cueza unos segundos y no probar la sangre totalmente cruda. Una vez que lo tengamos en su punto de sal, la embutimos en la tripa (con la embutidora) y vamos acordonando para darle la forma y tamaño deseado típico de las morcillas. E inmediatamente se van metiendo dentro de la caldera a fuego muy lento para que se terminen de cuajar.
Una vez que hayan pasado unos 20 minutos, las sacamos y las colgamos en un lugar fresco y oreado. Se pueden consumir de inmediato bien calientes o dejarlas que se vayan secando durante días o incluso semanas, eso ya a gusto del consumidor.
Por supuesto, se deben comer acompañadas de un buen trozo de pan de carrasca y un chato de vino del terreno.
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